Imagen: ULTIMA HORA – Recordación. Gladys Bernal, en el sitio donde cayó muerto su hijo Henry, en el 99.
Gladys Bernal, madre de Henry David Díaz Bernal, uno de los jóvenes asesinados durante la marcha de marzo de 1999, conversó sobre el impacto que la pérdida de su hijo ha tenido en su vida y en la lucha por la memoria y la justicia. A 26 años de los hechos, sigue sintiendo el peso de la ausencia de Henry y la impunidad que rodea su caso.
«Convivo con eso todos los días. Cada joven que veo me recuerda a él. Hace unos días encontré sus cuadernos, sus libros, y todo me lo trae de vuelta», expresó con profunda emoción.
La marcha de marzo de 1999 se produjo tras el asesinato del entonces vicepresidente Luis María Argaña, en un contexto de crisis política e institucional en Paraguay. Miles de ciudadanos, principalmente jóvenes, se manifestaron en defensa de la democracia, pero la represión fue brutal y varios perdieron la vida, entre ellos Henry David Díaz Bernal.
Henry, de 20 años, no era militante de ningún partido, pero siempre se interesó por la realidad del país y las problemáticas sociales. «A él le preocupaban los indígenas, la situación del país. Seguía atentamente los discursos políticos y entendía lo que estaba pasando», contó su madre.
El joven trabajaba en una oficina cerca de la Plaza de Armas y solía acudir a las concentraciones. «Nosotros ya teníamos mentalizado que el asesinato del Dr. Argaña fue orquestado. Desde ese momento fuimos a la plaza, y él se quedó allí», recordó Gladys.
El día de su asesinato, Henry se encontraba en la plaza cuando una bala lo alcanzó. «La bala vino del edificio del Ministerio de Agricultura y lo impactó directamente. El asesino solo cumplió 17 años de prisión y hoy anda libremente. La justicia nunca funcionó», denunció Gladys.
Con el dolor a cuestas, la madre de Henry luchó incansablemente por justicia, pero nunca obtuvo respuestas satisfactorias. «Durante años recorrimos los pasillos judiciales sin resultado. Hasta hoy, no se hizo justicia», lamentó.
Para Gladys, su hijo sigue presente en su vida cotidiana. «Dicen que las personas mueren cuando son olvidadas, pero Henry no. Lo recordamos todos los años, vamos a la plaza, encendemos velas, colocamos flores. Siempre estará con nosotros», afirmó.
A pesar del paso del tiempo, el dolor sigue latente. «Nunca pude sacarlo de la plaza. Me duele cada día su ausencia, lo que pudo haber sido su vida. Hoy tendría 46 años, quizá hijos, y yo sería abuela», reflexionó.
Gladys Bernal no solo mantiene viva la memoria de su hijo, sino también la de los otros jóvenes que perdieron la vida en aquellos días. «Hay que recordar a todos: José, Tartita, los campesinos Cristóbal y Armando, todos eran jóvenes con sueños y esperanzas. Ninguno era delincuente, como algunos intentaron decir», enfatizó.
La madre de Henry sigue firme en su compromiso de recordar y exigir justicia. «No fue en vano. Cada marcha, cada protesta, tiene sentido. No podemos olvidar, porque si olvidamos, lo que pasó podría repetirse», concluyó.