Imagen: El Mundo.es
El 1 de abril, la comunidad de Villarrica quedó conmocionada por la trágica noticia del presunto suicidio del presbítero Roberto Armoa, quien fue el primer capellán del Serra Club Villarrica del Espíritu Santo. El sacerdote fue hallado sin vida, aparentemente por asfixia. Según los informes, se lo encontró colgado de un cable, un hecho que ha reavivado el debate sobre los trastornos mentales, en especial la depresión, y su relación con el suicidio.
El hecho ha reabierto la conversación sobre los problemas de salud mental, especialmente en entornos religiosos, donde el tema suele ser tabú. En este contexto, la Licenciada Rocío Villalba, activista social católica, compartió una reflexión en su cuenta de Facebook que pone de relieve la complejidad de la depresión, una enfermedad que no siempre es comprendida en su totalidad. En su posteo, Villalba refuerza la idea de que la depresión mayor no es simplemente una falta de fe en Dios, como a menudo se sugiere en círculos religiosos. A través de sus años de experiencia personal y profesional, Villalba ha aprendido que, aunque la fe puede ser un soporte importante, la depresión es una enfermedad del cerebro, resultado de desequilibrios químicos que afectan los pensamientos y emociones de quienes la padecen.
La Licenciada Villalba, quien ha sufrido de depresión mayor durante más de 40 años, destacó que es crucial eliminar los mitos que rodean este trastorno. “La depresión mayor es una condición fisiológica, no una crisis espiritual”, afirmó. En sus palabras, la fe puede ser una herramienta valiosa para quienes enfrentan esta enfermedad, pero no reemplaza la necesidad de tratamiento médico adecuado, como la medicación y la terapia. En países como Estados Unidos, explicó, la integración de la ciencia y la religión en el tratamiento de los trastornos mentales es una práctica común, pero en Paraguay, lamentablemente, no existe esa coordinación.
Además, Villalba subrayó la falta de recursos y formación profesional adecuada en Paraguay. Muchos casos de personas que sufren de depresión severa o resistente a los tratamientos no reciben la atención que necesitan. A pesar de contar con leyes que protegen la salud mental, no se asigna el presupuesto necesario para implementarlas eficazmente. Como resultado, las personas afectadas por problemas mentales, como la depresión, deben enfrentarse a una lucha solitaria, sin el apoyo adecuado de una red de profesionales de la salud que trabaje de manera colaborativa.
Este testimonio de la Licenciada Villalba, quien también reveló que ella misma ha intentado suicidarse varias veces, refleja una cruda realidad. La depresión resistente, como la que padece, es una de las formas más complejas de esta enfermedad, y ni los medicamentos ni las terapias convencionales parecen ser efectivos. A nivel internacional, se están explorando tratamientos innovadores, como la estimulación cerebral profunda, una opción de última instancia para pacientes con depresión crónica, aunque su costo y disponibilidad son limitados.
La tragedia del padre Roberto Armoa, así como las palabras de la Licenciada Villalba, nos invitan a reflexionar sobre cómo abordamos la salud mental en nuestras comunidades, especialmente en el contexto religioso. Es fundamental crear espacios donde se pueda hablar abiertamente sobre la depresión, sin estigmatizar a quienes la padecen, y trabajar para mejorar el acceso a tratamientos adecuados. La depresión no es una debilidad personal ni una falta de fe; es una enfermedad real que merece atención, comprensión y apoyo. Solo a través de una mayor educación, recursos y una colaboración interprofesional, podremos ofrecer una mejor calidad de vida a quienes sufren en silencio.