Por Redacción Política 360 | Central Radio 1140 AM
En un contexto político marcado por la confrontación, la sobreexposición mediática y el desgaste institucional, una competencia silenciosa empieza a tomar protagonismo: la inteligencia emocional. ¿Puede esta habilidad convertirse en el diferencial de los liderazgos del siglo XXI?
La coach Alma Gamarra, especialista en desarrollo personal y planificación emocional, planteó un nuevo paradigma: “La inteligencia emocional no es solo saber gestionar emociones. Es la capacidad de sacar lo mejor de uno mismo y de los demás, incluso en crisis, bajo presión o frente al conflicto”, expresó.
Liderar no es solo convencer: es conectar
Gamarra advirtió que muchos líderes fracasan no por falta de estrategia, sino por ausencia de estructura emocional. “Una estrategia puede ser brillante en papel, pero sin una base emocional sólida, se desmorona en la práctica”, sostuvo. Para ella, un liderazgo sostenible necesita más que carisma: requiere propósito, empatía, flexibilidad y autoconocimiento.
El problema, explicó, es que la política tradicional se enfoca en lo externo: imagen, discurso, planificación. Pero olvida lo interno: la gestión emocional del líder. “Muchos políticos no se permiten mirar hacia adentro. Dicen – yo, soy así – como si fuera inmutable. Pero el liderazgo auténtico exige humildad para reconocer debilidades y convertirlas en fortalezas.”
Liderar más allá del carisma y la estrategia
Aunque el carisma y la estrategia son atributos ampliamente valorados en la política, Gamarra advirtió que “sin inteligencia emocional, una buena estrategia se queda en el papel”. A su criterio, lo que diferencia a los líderes verdaderamente efectivos es su capacidad de autoconocerse, regular sus emociones y adaptarse a distintos perfiles de personas con las que interactúan.
“La política no se ejerce en automático. Gobernar implica liderar con propósito, empatía y flexibilidad. Eso no se aprende solo en libros o discursos, sino a través del trabajo interno y continuo del propio líder”, expresó.
Emociones en el ejercicio del poder
Mencionó, cómo la inteligencia emocional ayuda a:
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Tomar decisiones con más claridad en momentos de tensión.
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Evitar el desgaste en contextos de confrontación o exposición.
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Comunicar con asertividad y generar consensos.
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Escuchar activamente a distintos sectores sociales.
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Sostener una visión estratégica con coherencia interna.
Gamarra subrayó que liderar también implica vulnerabilidad. “Es fácil dialogar cuando todos piensan igual. El desafío aparece en la diferencia. Ahí es donde la inteligencia emocional marca la diferencia”.
Inteligencia emocional: parte de la agenda política
En un contexto de creciente polarización y desconfianza ciudadana, Gamarra considera que la inteligencia emocional debe ser incorporada a la formación política como una herramienta técnica de gobernanza y transformación institucional. “Los políticos que invierten en su desarrollo emocional tienen una ventaja competitiva. Pueden llegar más lejos, conectar con más personas y sostener una visión con coherencia”, aseguró.
Hay herramientas que pueden ayudar a líderes, profesionales y tomadores de decisión a integrar metas racionales con estructura emocional. También recomendó el libro “El poder de la autorresponsabilidad” de Paulo Viera, como guía para iniciar el camino hacia un liderazgo más consciente.
Como mensaje final, expresó que “El liderazgo político de este tiempo ya no puede sostenerse solo en el carisma o en la capacidad de oratoria. Necesita conciencia emocional, apertura al aprendizaje y herramientas para acompañar el ritmo complejo de la sociedad”.
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